Reflexiones a partir de Colaboración para la creación de resiliencia: una guía para profesionales*
Lo que nos une son los destellos de sus aguas antes transparentes, las vivencias a la orilla del lago que enriquecen nuestro mundo, el bienestar que experimentamos en este lugar memorable. Nos motiva el compromiso de entregarle a nuestros hijos y nietos un lago en el que puedan nadar, beber de sus aguas y soñar como lo han hecho nuestros abuelos y, por generaciones, los abuelos de los abuelos.
Hoy Atitlán enfrenta una amenaza real. La degradación creciente de la calidad de sus aguas ha hecho que en menos de una década haya pasado de ser el lugar evocador, orgullo de la identidad colectiva de los guatemaltecos y ensoñación de quienes los visitan, a un espacio de conflicto y deterioro.
Las agendas divergentes de los interesados en el lago hacen que acudan a diferentes poderes para hacerse oír expresando políticas en conflicto que conducen a la parálisis. Va ser una década desde el primer florecimiento de cianobacteria en el 2009 y lejos de detener el ingreso de contaminantes al lago, aumenta. Urge actuar de una manera unificada pero, los compromisos y el liderazgo local y el de las autoridades nacionales, no logran galvanizar los esfuerzos para detener la contaminación del lago.
Es evidente y apremiante que se necesita contar con procesos que permitan que las distintas partes interesadas, comunidades rurales, pueblos originarios, pescadores, agricultores, empresarios, comerciantes, autoridades tradicionales y electas, construyan un entendimiento mutuo de las raíces del conflicto alrededor del lago y su manejo, que analicen las diferentes opciones según la experiencia de cada uno y que tomen medidas acordes con la urgencia y compromisos de la población.
Es en la cooperación para la gestión de los recursos naturales donde está la oportunidad de recuperar un Atitlán Azul. Para llegar a esto hay que atender la totalidad de los sistemas en juego, hacer una búsqueda abierta de soluciones y manejar un tratamiento explícito del poder.
La experiencia en situaciones similares alrededor del mundo señala que, para abordar semejante tarea, hay que partir de valores compartidos sobre cómo debemos relacionarnos con los demás. Es decir, del respeto por la diferencia y la dignidad de todos los interesados. Así mismo, se deben hacer explícito los ideales compartidos sobre cómo debemos vivir en un Atitlán Azul - cómo debemos aprovechar un entorno natural en el que todos contribuimos para tener calidad de vida.
Dado esto, entre los interesados se puede establecer un intercambio de ideas que reconozca el poder, no sólo el del control o la autoridad para tomar decisiones, sino el “poder de entender o apreciar el contexto en el que vivimos, las perspectivas de los demás y las nuevas posibilidades, un “poder de sensibilización”. Con esta apertura se puede entender la perspectiva de cada grupo, las relaciones entre estos y el contexto amplio de instituciones, mecanismos de gobernanza y otros factores que influyen en la toma de decisiones.
La acción, la reflexión y el aprendizaje de la experiencia son parte integral del proceso en el que se pueden identificar las causas de la degradación de la calidad del agua y se pueden definir acciones con la “premisa de que los problemas complejos requieren respuestas polifacéticas a lo largo del tiempo”. Así se fortalece la capacidad para afrontar los desafíos y se refuerzan las relaciones institucionales que permitirán mantener la cooperación en el futuro.
De esta manera teniendo clara la finalidad, asegurando la participación de las personas claves que representen todos los sectores e involucren a todas las regiones e instituciones y manejando los procesos de una manera reflexiva se promueve la colaboración, el aprendizaje y, en últimas, la resiliencia.
“Lo que se busca es crear condiciones propicias para la escucha eficaz, seguida del diálogo, antes de pasar a la toma de decisiones, que es donde se producen la mayoría de conflictos de poder. Este enfoque reconoce que los poderes de apreciación e influencia no dependen del control de los recursos, sino que están al alcance de todos y se pueden fomentar de manera deliberada. Bajo esta óptica, el poder no es un juego de suma cero. Al facilitar la colaboración se puede aumentar el poder compartido de distintas partes interesadas para alcanzar objetivos comunes.”
Y con estos antecedentes se puede abordar el proceso enfatizando:
Practicar una escucha activa para profundizar en el conocimiento del problema, las posibilidades y las perspectivas de los diferentes grupos.
Compartir y debatir puntos de vista opuestos para asegurar una comprensión completa de las fuerzas en juego.
Restringir el ámbito de acción bajo control de un individuo o grupo de personas
Claro, lo primero es que se tenga claridad sobre la finalidad compartida. Cómo definir y en qué consiste un Atitlán Azul, ese lago de aguas cristalinas que brinda salud y vida. Con esta base común los participantes pueden crear condiciones que permiten que se escuchen mutuamente y comprendan las opiniones de los demás sobre las alternativas de futuro, al igual que las realidades que obstaculizan el progreso para lograr ese Atitlán Azul.
A partir de Colaboración para la creación de resiliencia: una guía para profesionales. http://pubs.iclarm.net/resource_centre/Ratner.and.Smith.2016.Collaborating.for.resilience.practitioner.guide.Spanish.version.pdf
Comments